Por Ivette Lira para SinEmbargo
Ciudad de México.- Detrás del plagio de prendas elaboradas por mujeres de comunidades originarias en México está la pérdida del patrimonio cultural, además del bienestar y del desarrollo de sus integrantes. Grandes firmas han puesto los ojos en la ropa con bordados artesanales, se han aprovechado de la vulnerabilidad de las artesanas y han hecho negocio con el conocimiento ancestral, sin que exista un marco legal que lo impida, establecen defensores y líderes indígenas.
Por Ivette Lira para SinEmbargo
Ciudad de México.- Detrás del plagio de prendas elaboradas por mujeres de comunidades originarias en México está la pérdida del patrimonio cultural, además del bienestar y del desarrollo de sus integrantes. Grandes firmas han puesto los ojos en la ropa con bordados artesanales, se han aprovechado de la vulnerabilidad de las artesanas y han hecho negocio con el conocimiento ancestral, sin que exista un marco legal que lo impida, establecen defensores y líderes indígenas.
Hay separación de familias, ya que los hijos e hijas y/o esposos de las mujeres que invierten hasta 50 horas de trabajo en creación de una sola prenda, se ven orillados a abandonar sus comunidades pues el dinero es insuficiente para lograr un nivel adecuado de bienestar. Los intermediarios y el poco valor que muchas personas le dan a los bordados a mano son obstáculos enormes a los que se enfrentan las artesanas.
María Méndez Rodríguez es ama de casa y artesana, originaria de la comunidad chiapaneca Aguacatenango, tiene 39 años y pudo estudiar hasta la primaria. Desde muy pequeña, su madre la enseñó a bordar: a los 7 ella ya lo hacía sin ayuda.
Borda y hace distintas prendas a mano para apoyar a cubrir los gastos de su familia. Su marido es agricultor y cuando hay poco trabajo, también hace tareas en obras de construcción. Dos de sus siete hijos abandonaron la comunidad por la falta de oportunidades, lo que María y su esposo lograban obtener no alcanzaba para que continuaran con sus estudios, así que los muchachos tuvieron que emigrar.
La situación entristece a la mujer de casi cuatro décadas, lo narró llorando a Impacto, Organización No Gubernamental (ONG). Por eso pide a sus compatriotas valorar el trabajo artesanal.
“Para que nosotros podamos salir adelante y para que nuestros hijos no se vayan lejos porque para una madre es muy duro cuando te dice tu hijo ‘sabes qué, mamá, yo me voy porque aquí no hay dinero, aquí no nos valoran el trabajo que es’. Yo lo he vivido, cuando mi hija me dijo: ‘mamá, me voy’. Me hubiera gustado que mi hija saliera adelante. Pero aquí no nos pagan lo que es”, relata.
Blusas con hasta 50 horas de trabajo detrás, son compradas por intermediarios que regatean hasta pagar sólo 200 pesos en San Cristóbal de las Casas, en Chiapas. Muchas, la gran mayoría de las mujeres tzetzales, en su situación de vulnerabilidad, los aceptan por necesidad. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2010 Aguacatenango tenía un grado de marginación “muy alto” y “alto” rezago social.